domingo, 11 de agosto de 2013

LEONARDO

Leonardo es un hombre con tortícolis en el cerebro.

A muy temprana edad los profesores de Leonardo se dieron cuenta de que a ese niño regordete de ojos dormidos pensar mucho le dolía, por lo que Leonardo solía desistir de tal empresa.
-Señora Leonardis- dijeron unas minúsculas gafas que se movían al compás de los ladeos de la cabeza exageradamente redonda de la señorita Pipermín- Su hijo padece de una extraña dolencia en el cerebro que le impide ejercitarlo de forma...- tosió un poco antes de pronunciar la última palabra- "normal".
-¿Cómo si tuviera tortícolis?- Preguntó la inocente Sra. Leonardis, que sin quererlo condenó así a su hijo Leonardo Leonardis a una vida marcada por el absurdo estigma de tener tortícolis en el cerebro.

Pasaron los años y Leonardo consiguió su graduado escolar gracias a un alarde de discriminación positiva por parte del profesorado muy sensibilizado con la enfermedad crónica de torticolis en el cerebro que presentaba uno de sus alumnos más prescindibles. Por supuesto Leonardo Leonardis nunca pasó por la universidad, su dolencia no se lo hubiera permitido.

Se casó joven con María Sinalma, una chica de su mismo pueblo que parecía vivir permanentemente  ensimismada. Miraba sin ver y sonreía sin sentido a personas, animales y plantas. Cuando nació el primogénito de la pareja, Leonardo creyó que finalmente su tortícolis cerebral había desaparecido para siempre dejando en su lugar la clarividencia propia de un filósofo, y en tal estado cognitivo decidió llamar a su hijo Mayor, puesto que ese iba a ser seguro el mayor de sus hijos. Con el nacimiento de su segundo hijo, Leonardo se reafirmó en su nueva mente preclara, dándole al recién nacido el nombre de Pequeño. El problema surgió cuando María Sinalma le dijo por tercera vez a su esposo eso de: "Cariño creo que estoy embarazada". Leonardo cayó entonces en la cuenta de su error, no había previsto un tercer hijo y eso desajustaba su lógica en cuanto a la clasificación de su descendencia. En una maniobra de último momento Leonardo decidió cambiar los nombres por los números y a su tercer hijo lo llamó Tres, dispuesto a seguir la numeración con sus futuros hijos. La providencia quiso que Leonardo y María no tuviesen nunca otro hijo. Así que Leonardo se quedó con el absurdo de tres hijos llamados: Mayor, Pequeño y Tres.


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